Próspero año nuevo es la frase que escuchamos con frecuencia al final de cada año y estamos a la expectativa del año que empieza. Hay muchas tradiciones en torno a este cambio: las familias y los amigos se reúnen, preparamos el brindis, las doce uvas, una cena especial, luces, juegos pirotécnicos, propósitos y promesas… En fin todo habla de alegría, buenos deseos, esperanza…. Además, de muchas otras prácticas que no siempre conocemos su origen o sentido.
Estas prácticas nos hacen creer que se cumplirán nuestros deseos como por arte de magia. Pero, para los cristianos ¿cómo debemos de vivir y celebrar este evento?
Los verdaderos cristianos no podemos negar que Dios nos habla a diario a través de diferentes medios, insistiéndonos a que lo busquemos, a que nos acerquemos más a Él a que depositemos nuestra confianza en Él. Los verdaderos cristianos debemos aprovechar este tiempo para pensar qué tan buenos hemos sido y qué vamos a hacer para ser mejores. Es bueno hacer un alto para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios.
Este es el momento para hacer un inventario personal de todas aquellas acciones que tenemos que examinar dentro de lo moral y espiritual y de esta manera reconocer el agradecimiento a Dios que le debemos por mantenernos en El, a pesar de que nos hemos alejado a través del pecado.
Bueno sería, que en fin de año se reúnan las familias, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza. Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer, que como familia se pueda dialogar y compartir experiencias vividas a lo largo del año.
Una buena oportunidad para preguntarnos: ¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre de familia, como esposo, como cristiano)? ¿Qué obras buenas he hecho por los demás? ¿Qué propósitos tengo para el siguiente año para aumentar el amor a Dios, al prójimo y a la Iglesia?
Que todos los cristianos al finalizar e iniciar un nuevo año, estemos vigilantes, transitando por el camino de la oración, la verdad, la justicia y el amor a Dios y a nuestros semejantes, aumentando nuestra fe y acompañándola con verdaderas obras, perseverando a pesar de todos los desaciertos que nos toca afrontar en la vida.
Que nos esforcemos por ser buenos cristianos y ser ejemplo para aquellas personas cuya fe no sea muy fuerte; pues los cristianos debemos de ser profetas, anunciando la verdad siempre.
Les invitamos, pues, a que al finalizar este año, acudamos al templo para dar gracias por todo lo que el Señor permitió que viviéramos y para poner en sus manos nuestros proyectos y sueños, y de esta manera sentir el deseo de comprometernos a vivir en su amor durante todo el año, luchando por los valores del Reino: LA JUSTICIA, LA PAZ, LA VERDAD Y EL AMOR.