La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva, ha querido dedicar un tiempo a profundizar y contemplar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Un ciclo importante del año litúrgico en torno a la festividad de la Natividad del Señor, fiesta que celebramos el 25 de diciembre.
Un dato curioso es que cuando Jesús nació, ese gran acontecimiento fue anunciado en primer lugar a unos pastores, quienes en aquella sociedad del tiempo de Jesús eran muy despreciados. Se los consideraba a todos ellos como bandidos, tramposos y mentirosos. Pues bien, la gran noticia de la historia, no se comunicó en primer lugar a las autoridades, ni a los sacerdotes, ni a la gente estudiada, sino a los más despreciados de la sociedad.
El mensaje que se les da a aquellos pastores, representantes de todos los despreciados del mundo, está lleno de alegría y esperanza. El nacimiento de Jesús tiene que ser motivo de una gran alegría para todo el pueblo.
Las señales que dan a los pastores para reconocer a su Salvador son las de la pobreza. Aunque en aquel tiempo ya había gente que esperaba a un Salvador que viniera de los grandes, de los poderosos. Pero no fue así. Jesús vino como Redentor pobre, como servidor, como alguien a quien lo hacen sufrir hasta la muerte.
La pobreza voluntaria de Jesús significa que Dios está del lado de los pobres. Que las promesas de Dios se cumplen en los despreciados de la sociedad, de quienes Cristo se ha hecho parte.
Nuestra realidad cotidiana nos demuestra que las fiestas navideñas son cada vez más ajenas a su origen religioso; podemos observar cómo las personas andan afanadas en los centros comerciales y supermercados, esa angustia por la cena navideña y las exigencias para consumir de más o vacacionar con precios de temporada alta. Ninguna relación tiene con la humildad, sencillez y profundo mensaje de solidaridad originales, al sentido fraterno con quienes deberían ser la preocupación cotidiana de nuestras vidas, los más pobres de la sociedad.
Muchos cristianos, vivimos cada vez más alejados del mensaje profundo de Jesús, por la falta de compromiso con la justicia, la humildad y la verdadera solidaridad con los pobres. Nos hemos preguntado alguna vez ¿cómo pasarán la Navidad estas personas? El nacimiento de Jesús reclama justicia con los pobres.
Una Iglesia comprometida con los pobres, sigue siendo la exigencia de los principios cristianos, y la justicia y la dignidad de los hombres y mujeres, los valores esenciales que deberían conducir su acción.
En esta Navidad, la parroquia El Calvario de la ciudad de San Vicente, envía un fraternal saludo, deseando que el Señor nos llene de salud, alegrías y fuerzas.
Que el niño Jesús nazca en nuestros corazones, y nos acompañe siempre, con el compromiso de seguir luchando para conseguir una cultura más humanizadora. Que ciertamente la Navidad pueda ser: Un tiempo de gracia, para que entre todas las personas sepamos encontrar soluciones al problema de la crisis económica, para suavizar las consecuencias que sufren los más pobres, donde Dios está siempre presente, en la familia obrera, en el trabajador precario, en el inmigrante, en la mujer maltratada, en el que no tiene ni techo ni hogar, para que podamos encontrar en Jesús el Proyecto de Humanización que Dios quiere para el ser humano.
¡¡En Navidad nos nace un Salvador: el Mesías, el Señor!! ¡¡Les deseamos una Feliz Navidad y mejor Año 2011!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario