"cuando
el Evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana, cuando desciende como el
aceite de Aarón hasta los bordes de la realidad, cuando ilumina las situaciones
límite, ´las periferias´ donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión
de los que quieren saquear su fe".
La Misa
Crismal que celebra el obispo con todos los presbíteros de la diócesis, es una
de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del Obispo y como
signo de la unión estrecha de los presbíteros con él. En ella se consagra el
Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos.
El Santo
Crisma, es decir el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, nos
es dado junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra
confirmación y en la ordenación de los diáconos, sacerdotes y obispos.
La palabra
crisma proviene de latín: chisma, que significa unción. Así se llama ahora al
aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra. También son ungidos los
Obispos y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental.
La liturgia
cristiana ha aceptado el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con
el óleo de la consagración, los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos
prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa “el ungido del Señor”. El crisma
se hace con aceite y aromas o materia olorosa para significar “el buen olor de
Cristo” que deben despedir los bautizados.
Con el óleo
de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados
se vigorizan, reciben la fuerza divina del Espíritu Santo, para que puedan
renunciar al mal, antes de que renazcan de la fuente de la vida en el bautizo.
Este aceite es un jugo untuoso de color verde amarillento que se extrae del
olivo o de otras plantas.
El óleo de
los enfermos, cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, remedia las dolencias de
alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza
el mal y conseguir el perdón de los pecados. El aceite simboliza el vigor y la
fuerza del Espíritu Santo. Con este óleo el Espíritu Santo vivifica y
transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el
de Jesús.
Por lo
general antes de comenzar la celebración de la Cena del Señor se reciben
solemnemente estos Santo Óleos consagrados en la Misa Crismal por el Obispo
reunido con el presbiterio. En una procesión solemne los óleos son llevados en
tres ánforas preciosas que se guardan en un lugar previamente destinado dentro
de la Iglesia.