calendario 2018

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¿Qué Celebramos el Jueves Santo?
JUEVES SANTO

Jesucristo se entrega por nosotros  y quiere quedarse en medio de nosotros.
MISA CRISMAL (en nuestra Diócesis se Realiza el día Miércoles)

Ordinariamente por la mañana el Obispo de cada Diócesis celebra esta misa junto con sus sacerdotes.

En ella renueva sus promesas sacerdotales, se bendice el Oleo de los enfermos y el Oleo de los catecúmenos (los que van a recibir el Bautismo) y se consagra el Santo Crisma que se utiliza en el Bautismo, la Confirmación, el Orden Sagrado y la dedicación de la Iglesia y del altar.

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

Se celebra por la tarde. 


Esta Misa sintetiza lo que ocurrirá el viernes, sábado y domingo.
La entrega que Jesús viviría personalmente en su pasión y su cruz, El, por propia voluntad, la hizo con por primera vez con sus discípulos en la Ultima Cena.
Esta Misa evoca  tres dones del Señor: la Eucaristía, el Orden sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna.




JUEVES SANTO

Este día conmemoramos: 


LA INSTITUCION DE LA EUCARISTIA

Jesús nos entrega su cuerpo y su sangre como comida y bebida, como signo de fraternidad y encuentro cotidiano.
Al recibir la Eucaristía entramos en íntima comunión con Cristo y los hermanos.

 EL MANDAMIENTO DEL AMOR

Jesús nos enseña a obrar como El en el gesto de lavarles los pies a sus discípulos y nos pide: «Hagan lo mismo entre ustedes».

En este gesto Jesús nos invita a amarnos como El nos amó, a abrirnos con humildad al servicio fraterno sin reservas.
El Señor nos entregó el mandamiento del amor como señal para que todos los hombres nos reconocieran como sus discípulos. 

¡Qué bueno sería cultivar a lo largo de todo este año especiales actitudes de amor hacia el prójimo! 


Debemos pedir a Dios que nos inspire especialmente para concretar estos deseos.
En este año, por ser tan particular, la Iglesia nos invita a tener mucho más en cuenta tantos signos de exclusión y de pobreza.  

Cada uno, personalmente, deberá plantearse cómo está respondiendo a la angustiante situación social de nuestro pueblo.  

Comunitariamente debemos sentirnos desafiados a multiplicar esta corriente de la solidaridad

LA INSTITUCION DEL SACERDOCIO


El pan y el vino son los elementos simples y comprensibles elegidos por Jesús para perpetuar su sacrificio y su presencia.  El nos ha entregado el pan que es un alimento cotidiano, por eso la Eucaristía no es un alimento para «de vez en cuando», sino más bien un alimento cercano, inmediato, constante, necesario, «compañero de camino»... También el vino es algo universal, cercano a todas las culturas y a todas las clases sociales. 
La vida cristiana y la práctica del amor fraterno requieren este alimento especial: al recibir la Eucaristía, que llega por el ministerio de los sacerdotes, entramos en comunión íntima y plena con Cristo y los hermanos.
Es en la noche de la Cena del Señor que somos invitados y comprometidos al amor sin límites que será signo de los creyentes en Jesús.

ADORACION  EUCARISTICA

Se lleva a cabo después de terminada la Misa hasta medianoche. Es una gran oportunidad para adorar y agradecer a Jesucristo Eucaristía.
Seamos agradecidos a los regalos que Dios nos hace y así como El mismo se hizo Don aprendamos a regalar, a convertirnos nosotros mismos en don. 

Los mejores regalos, los que mejor contribuyen a mejorar la vida familiar son, en su mayoría, muy valiosos, pero gratuitos.  El Jueves Santo nos ayuda a mejorar nuestros regalos.  
La ternura y la dignidad son regalos divinos Y yo, ¿Regalo ternura, autoestima, dignidad? 
Las pequeñas expresiones de ternura pueden ser un regalo  constante,
  • ¿le doy un beso a mi esposo/a, a mis hijos?
  • ¿les brindo una caricia?
  • ¿saludo a todos con amabilidad?
  • ¿tengo atenciones con los demás?
  • ¿les regalo  autoestima?
  • ¿los elogio, los felicito por sus aciertos,  les digo piropos valorándolos para sostener su autoestima?
  • ¿o sólo abundo en reproches, insultos, menosprecio  haciendo que crezca en ellos un sentimiento de inferioridad?
Lo que impide regalar es el rencor, el desencuentro, la indiferencia.
Demostremos afecto, estima, interés aprendiendo a regalar como lo hizo Jesús.

FIESTA PATRONAL

EL DÍA SÁBADO 23  SE INVITA A PARTICIPAR A PARTIR DE LAS 4:00 PM
SANTA MISA DE VISPERA Y SEGUIDAMENTE PROCESIÓN.



MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
CON OCASIÓN DE LA XXI JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
(11 de febrero de 2013)
«Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37)



Queridos hermanos y hermanas:
1. El 11 de febrero de 2013, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, en el Santuario mariano de Altötting, se celebrará solemnemente la XXI Jornada Mundial del Enfermo. Esta Jornada representa para todos los enfermos, agentes sanitarios, fieles cristianos y para todas la personas de buena voluntad, «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad» (Juan Pablo II, Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992, 3). En esta ocasión, me siento especialmente cercano a cada uno de vosotros, queridos enfermos, que, en los centros de salud y de asistencia, o también en casa, vivís un difícil momento de prueba a causa de la enfermedad y el sufrimiento. Que lleguen a todos las palabras llenas de aliento pronunciadas por los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II: «No estáis… ni abandonados ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen» (Mensaje a los enfermos, a todos los que sufren).
2. Para acompañaros en la peregrinación espiritual que desde Lourdes, lugar y símbolo de esperanza y gracia, nos conduce hacia el Santuario de Altötting, quisiera proponer a vuestra consideración la figura emblemática del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37). La parábola evangélica narrada por san Lucas forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor. Pero además, con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos. Esto no sólo vale para los agentes pastorales y sanitarios, sino para todos, también para el mismo enfermo, que puede vivir su propia condición en una perspectiva de fe: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Enc. Spe salvi, 37).
3. Varios Padres de la Iglesia han visto en la figura del Buen Samaritano al mismo Jesús, y en el hombre caído en manos de los ladrones a Adán, a la humanidad perdida y herida por el propio pecado (cf. Orígenes, Homilía sobre el Evangelio de Lucas XXXIV, 1-9; Ambrosio,Comentario al Evangelio de san Lucas, 71-84; Agustín, Sermón 171). Jesús es el Hijo de Dios, que hace presente el amor del Padre, amor fiel, eterno, sin barreras ni límites. Pero Jesús es también aquel que «se despoja» de su «vestidura divina», que se rebaja de su «condición» divina, para asumir la forma humana (Flp 2,6-8) y acercarse al dolor del hombre, hasta bajar a los infiernos, como recitamos en el Credo, y llevar esperanza y luz. Él no retiene con avidez el ser igual a Dios (cf. Flp 6,6), sino que se inclina, lleno de misericordia, sobre el abismo del sufrimiento humano, para derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
4. El Año de la fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado. En este sentido, y para que nos sirvan de ejemplo y de estímulo, quisiera llamar la atención sobre algunas de las muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio ineunte, 42), supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos» (Audiencia general, 6 abril 2011). El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes. Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos». También santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero… Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo» (Homilía para la canonización, 21 octubre 2012). En el evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor.
5. Quisiera por último dirigir una palabra de profundo reconocimiento y de ánimo a las instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, a las diócesis, las comunidades cristianas, las asociaciones de agentes sanitarios y de voluntarios. Que en todos crezca la conciencia de que «en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodalChristifideles laici, 38).
Confío esta XXI Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de la Santísima Virgen María de las Gracias, venerada en Altötting, para que acompañe siempre a la humanidad que sufre, en búsqueda de alivio y de firme esperanza, que ayude a todos los que participan en el apostolado de la misericordia a ser buenos samaritanos para sus hermanos y hermanas que padecen la enfermedad y el sufrimiento, a la vez que imparto de todo corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 2 de enero de 2013
Benedictus PP XVI

CELEBRACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LOS ENFERMOS

PRIMER ENCUENTRO PARROQUIAL DE JÓVENES