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LA VOCACIÓN SACERDOTAL: TRAS LAS HUELLAS DEL MAESTRO

toda la vida humana es una vocación, una llamada a la existencia. En el designio eterno de Dios, él ha querido llamarnos a dar testimonio de nuestra dignidad humana a partir de nuestra inteligencia y nuestra libertad.

Ahora bien, en la persona de nuestro Señor Jesucristo se nos revela en modo más específico nuestra vocación. De la vocación humana se pasa a la vocación cristiana.

¿Qué añade la vocación cristiana a la vocación humana?

Añade un modo de entender y vivir la vida. Es ejercicio del principio de la misericordia. Es aprender a respetar la dignidad humana antes que los títulos de honor y de poder. Es aprender a servir a los demás desde el amor y la compasión.

Al interno de la vocación cristiana nosotros encontramos todavía otras formas específicas de ser llamados al seguimiento de Jesús; tenemos la vocación laical, la vocación sacerdotal, la vocación religiosa, la vocación misionera.

Hablando de la vocación sacerdotal, hoy más que nunca nuestra Iglesia necesita sacerdotes dedicados de todo corazón al servicio de Jesús, en el servicio caritativo de los hermanos y hermanas que más lo necesitan.

El texto bíblico dice que Jesús llamó a los que él quiso y los proclamó testigos de su Evangelio. El grupo de los apóstoles fue convocado por Jesús, y ellos actuaban con la autoridad que él les concedía.

¿Qué características se exigen de un sacerdote católico hoy?

Es indispensable que el sacerdote sea un hombre de oración, que interioriza lo que predica, que vive su vida personal en continuidad con las exigencias de la evangelización y la liturgia que preside.

Que sea un ministro decididamente misionero, que haga una opción no sólo afectiva, sino efectiva por la misión.

Que sea una persona intelectualmente preparada, que no aburra a los fieles con las mismas predicaciones o los mismos regaños.

Que cuide su porte exterior, cual corresponde a su dignidad sacerdotal. Que no confunda la pobreza con el descuido personal.

Que no caiga en la improvisación de lo que hace, pues la comunidad cristiana merece respeto. Que sea puntual en sus compromisos.

El sacerdote que sueña nuestra comunidad es un sacerdote al lado de los pobres: los enfermos, los marginados de la historia. No les apoya solamente con asistencialismo, sino que les acompaña en sus luchas por ver realizados sus derechos.

Un sacerdote creíble respeta la dignidad de las personas, sobre todo la dignidad de los menores de edad, a sabiendas que son los niños y adolescentes los seres que mejor encarnan la imagen de Dios en la historia.

En estos días en que muchos sacerdotes celebran su aniversario de ordenación, la parroquia de El Calvario les desea lo mejor y les augura muchas bendiciones en su vida personal y ministerial.

Por último recordemos lo que dice el Evangelio, que la mies es mucha y los obreros pocos. Por tanto, apoyemos a los jóvenes que desean entrar al seminario para que nunca falte en nuestras comunidades la asistencia espiritual y humana que tanto necesita nuestra población.

Que Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote bendiga a todos los ministros consagrados del mundo.


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