El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida. Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
Hoy en día la “tentación” por antonomasia en el imaginario popular ha terminado siendo la del “sexto mandamiento”, la del pecado sexual, pero si reflexionamos existe otra tentación aún peor y es: la del poder. O mejor la del abuso del poder. Ahí reside el verdadero pecado que carcome muchas veces las estructuras sociales convirtiéndolas en estructuras de pecado. Este deseo de poder es el que corrompe hasta lo más profundo del ser de la persona es decir el plan de Dios para la humanidad, el reino, la fraternidad. Jesús en el Evangelio fue tentado “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó, diciendo:--Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." El abuso de poder sitúa a unas personas por encima de las demás, convierte la relación fraternal en una relación de amos y esclavos, de señores y siervos. Jesús en estas líneas del evangelio es tentado a usar el poder, sin embargo el prefiere someterse humildemente a la voluntad de Dios y a rechazar rotundamente las tentaciones del maligno.
Jesús nos señala el camino, la Cuaresma comienza con una buena noticia. Las personas humanas somos lo que somos. Tenemos nuestras limitaciones. La historia de Adán y Eva lo pone de manifiesto. No todo es de color de rosa en nuestra realidad. Frente a Dios no somos nada. Pero Dios no nos quiere humillar. Más bien nos ensalza, nos eleva. No usa su poder para abusar de nosotros sino que renuncia a él. Y se acerca a nosotros como un hermano, como un amigo, con la mano tendida y abierta.
Cuaresma es la oportunidad de encontrarnos con Dios, de sentir como su presencia y cercanía no nos humilla sino que nos eleva en dignidad. Dios no nos esclaviza sino que nos libera. Ser cristiano no es ser menos persona sino un camino de crecimiento y maduración en nuestra persona. La mirada de Dios nos devuelve la auto-estima y su gracia nos posibilita el compromiso por un mundo más fraterno y más justo. Y en este camino cuaresmal, el primer paso es renunciar al abuso de poder. A eso nos enseña Jesús en la liturgia de este primer domingo. Y lo debemos de hacer nosotros. Y con Jesús aprender que el único camino es el del servicio.
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